Pues bien, es la segunda semana de haber iniciado el semestre y en dos de mis cinco cursos te recuerdo bastante. Uno de ellos es bastante obvio, psicología social, me está gustando más de lo que creía. El otro es escritura creativa... debí haberte insistido más para que lo matricularas. Hemos hecho un ejercicio rápido de escritura, no sin antes haber conversado por más de una hora sobre la imaginación según Vygotsky, el síndrome de la hoja en blanco, los diarios, la necesidad de escribir para sacarse las cosas y no ocuparse de ellas nunca más, o por lo menos no en mucho tiempo, para poder descansar de ellas. Este es uno de los textos rápidos que más me gustó:
“Tengo secretos tan difíciles que lo único que se me ocurre es contárselos al mar. Tengo un trato con él, del cual no habrá vuelta atrás, solo tendré que escribir mi secreto en la orilla del mar, en donde la arena siempre está tan húmeda que me permite escribir en ella una y otra vez sin parar. Si el agua no lo borra, entonces lo tengo que contar y gritar, pero si el mar lo alcanza y mi secreto se lo lleva una de sus olas, lo tendré que olvidar y de ello jamás podré hablar. Sin embargo, siempre olvido que todo puede regresar a la orilla del mar.” — Natalia Orozco Meléndez
Yo también hice mi intento:“Con cada impulso el agua iba siendo más y más cálida, hasta que dejó de ser agua: ya era arena. Han pasado muchos años desde que el caracol no pisaba tierra, por fin llegó el momento, ya podía despertar del arrullo del mar para volver a caminar, a ver, a broncearse, a la vida misma. Quiso estirarse en su despertar del gran sueño, aventurarse a los casi olvidados granos de arena, a las raíces de las palmeras, las algas, pero ya no era cuerpo, era solo una concha. Resignado el viejo esqueleto a ser devuelto al mar, fue levantado de repente para viajar al hogar de algún ser humano.”
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