miércoles, 2 de septiembre de 2020

Alto de Boquerón

Por último, quiero contar, así como la gente se cuenta cotidianidades, que estuve por segundo día consecutivo en el alto de Boquerón. Hace un par de años también estuve, y vi el atardecer más rojo que haya visto en la vida, casi satánico. Esta vez solo había viento, montañas y un gran, gran vacío acaso iluminado por rayos de sol fragmentados por las nubes. Aunque extraño la bulla de la ciudad, hay algo en el silencio y el aire que siempre me llama. Se está en piloto automático ahí, mirando, maldiciendo la fuerza de gravedad, pero en todo caso ahí, sin pensar en nada. Me vuelvo a despertar estando ya despierta, y pienso “hijueputa vida la mía” cuando la ausencia se hace presente. Yo no supe si querer que estuvieras ahí conmigo o si quería estar tan sola que ni mi propia mente fuera bienvenida. El inconsciente no existe, pero insiste, ¿cómo es posible que recuerde algo sin siquiera haberlo evocado voluntariamente? o peor: no queriendo hacerlo. Por eso no creo en el conductismo ortodoxo. Alguna vez estudiando arquitectura leí fragmentos de Los no lugares de Marc Augé, y recordé estando en el mirador que para Augé —y luego para mí también— los lugares son los espacios habitados, donde hubo historia, donde se hacen vínculos, recuerdos, marcas; los no lugares son simples espacios de transitoriedad, como las terminales de transporte o los andenes, por ejemplo. Así fue como aprendí a darle importancia al espacio que se habita. Esa y muchas otras cosas me las ha enseñado la arquitectura. Por supuesto que el orden natural de las cosas es que un espacio pase de ser no lugar a lugar, y por supuesto que a una terminal de transporte o a un andén le puede ocurrir eso cuando, por decir cualquier cosa, uno se lanza a darle un beso a la mujer por la que uno se muere en los torniquetes de la estación Caribe. También eso fue lo que le pasó al alto de Boquerón, pero esta vez con un simple pensamiento; eso, no sé si triste o alegremente, no tiene reversa ni cabida al olvido. De pronto me anime a mandarte una foto, y de pronto algún día vayamos a tomar algo en el alto.

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