martes, 1 de septiembre de 2020

Cariño cruel

Como primer paso de tal amistad, me tomaré el atrevimiento, quizá descaro, de decirte lo que sigue no como quien alguna vez te quiso de manera romántica, sino como quien quiere a alguien con el cariño último, incluso con los consejos más crueles, y esperando que me perdones si llego a traspasar algún límite, porque eso, creo yo, hacen los amigos. La depresión es un fenómeno que puede controlarse (o no), pero que nunca se va. En mi caso yo nunca fui depresiva... más bien el polo opuesto del espectro: ansiosa. Pues bien, debes saber que depresión y ansiedad son fenómenos comórbidos, que cuando un ansioso está en crisis tiene episodios depresivos, y un depresivo, episodios ansiosos. No es lo único que hay, también hay un grado menor de depresión llamado distimia, episodios que no son de ansiedad sino de manía, y así... pero ese debate se lo dejaremos a la Sociedad Americana de Psicología, a la Organización Mundial de la Salud y demás organizaciones de discurso biomédico. Pero bueno, esto no se trata de mí. Palabras más, palabras menos, la depresión es un barco roto, en donde principalmente solo hay dos opciones: te das cuenta tarde o temprano —más tarde que temprano— que no se puede hacer nada, que no se puede ayudar a “curar” al otro por más que se quiera, el depresivo es el único que puede ocuparse de sí; la otra, es que ineludiblemente terminas por hundirte con él. Puede haber una tercera opción a causa de la primera: terminar por huir, por abandonar la embarcación por simple supervivencia. Y bueno, tal vez una cuarta: de alguna manera, y sin saberlo, te conviertes en la reparación de ese bote, te sumerges en un vínculo simbiótico y de repente todo funciona, quién sabe por cuánto, quién sabe si de manera definitiva. Son vínculos difíciles, atravesados por decisiones igualmente difíciles que solo vos podés tomar. Te deseo mucho valor en todo lo que pueda llegar.

También quiero dar una advertencia y pedir un favor. La advertencia: conociste de mí una faceta que con nadie había mostrado a tal punto, y esa faceta volverá a su resguardo como caracol a su concha, puede que mi mirada ya no diga las mismas cosas y que mis tiempos verbales sean distintos. Necesito que de una vez tengas presente que no por eso dejaré de quererte. El favor: no vuelvas a mí si no estás segura de lo que haces, de lo que quieres, de lo que dices, cualquiera que sea la situación. Antes, durante y después de vos mi vida empezó a perfilarse para cosas profundas, duraderas, pero sobre todo, tranquilas. Si algún día, por cosas de la vida, volvemos a intentarlo, que sea todo o nada.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario