lunes, 31 de agosto de 2020

Principio de placer, pruebas de realidad

Hablé con Navarro sobre mi supuesta maldición de no poder hablarle a nadie de mis amoríos, le conté ciertos fragmentos de la historia y hablamos de mi pasado; me dijo algo que yo ya sabía pero que no quería admitir: esto fue una crónica de una muerte anunciada. Recordé que hace tiempo me había leído como agua que intenta correr pero no puede porque choca con las piedras, o como un nudo que quiere ser desatado pero nadie puede hacerlo... creo que tiene razón. Ahora que hemos hablado de nuestros esquemas, de todas las cosas que antes ignorábamos, de todo aquello que hacemos para que las historias se repitan como ciclos a pesar de nuestros cambios, me doy cuenta de que también tiene razón en su nueva interpretación; lo único que me faltaba era darme cuenta, renunciar a mi principio de placer y aceptar las pruebas de realidad.

Recordé también los últimos escritos que te hice, y me parece que no estaba nada mal la analogía entre el cielo y el mar, porque siendo tan distintas, tenemos algo de la naturaleza de la otra. Facultadas por una gran extensión de luz para acoger distintos terrenos, y al mismo tiempo inquietas y profundas, actuando, queramos o no, bajo la influencia de otros. Me sigue desconcertando que con un origen tan primitivo como el agua sigamos queriendo estar donde la física no nos lo permite. Bueno, muchas otras cosas se pueden decir del agua, pero eso se lo vamos a dejar a Guillermo del Toro. Muy bello y toda la cosa el cuento del agua y el aire, pero yo me quedo con una sola interpretación, bastante agridulce además: cielo y mar siempre están uno frente al otro, pero nunca uno junto al otro, cada uno vive con el reflejo del otro (más el mar que el cielo), que no es más que otra forma de ilusión o espejismo. El espacio que hay entre uno y otro no solo es ocupado por el viento —o los devenires de la vida misma—, pasan barcos, aves, aviones, quién sabe si ovnis... y bueno, demás que muchas otras cosas. Eso es lo que ha pasado entre vos y yo, en medio de todos los silencios y espacios que nos hemos dado, han estado otros.

En fin, creo que no hay mejor teoría que una buena práctica. Lo que ahora estoy tramitando no es nada más que un duelo, un verdadero trabajo de duelo, trabajo que terminará cuando sea capaz de recordarte sin dolor y pueda volver a verte estando en paz con vos y conmigo, pues no se trata de olvidar. Para eso, lo único que puedo ofrecer a partir de ahora es la garantía que se ofrece cuando se quiere conservar a alguien por el resto de la vida: una amistad. Necesito de vuelta el tiempo y el espacio que te di, y espero que sí sea suficiente para mí, pues ya ves que ni para la tusa tuvimos tiempo juntas, ni para tantas otras cosas que tontamente planeamos... qué cosas, ¿no?

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