viernes, 28 de agosto de 2020

La rabia

 

         “Negar una historia no la hace inexistente.

Tú y yo tuvimos una historia.
Fugaz, pero finalmente una historia.
Con momentos inolvidables, versos dedicados y besos repartidos.
Te guste, o no.
Me guste, o no.
Estés o no.”

—Mariani Sierra Villanueva 



Pocas veces me permito, por no decir que nunca, decir cosas desde la rabia. Siempre ha sido desde el miedo, la tristeza, la decepción, pero nunca rabia. Hoy es la primera vez que lo hago, y no sé muy bien cómo resultará. 

En los últimos días he llorado de dolor en el alma, de sentirme sola y cansada, de preguntarme cosas que no me sé responder, de imaginar cosas que pudieron ser y no lo fueron, de las cosas que aún no entiendo por qué me fueron negadas; por todo he llorado menos por rabia. Cuando me dispongo a hacerlo, me encuentro forzando razones y delirios que no son míos, de pronto siento que los músculos de la cara se me contraen, que me duele la garganta, que me hierve la sangre y el rostro, y en algunas ocasiones los ojos se me encharcan, pero ninguna lágrima de rabia alcanzó a caer por vos. Creo que de alguna manera la vida me dice que este sentimiento no es del todo bienvenido en mi vida, o que tal vez todo lo que aflore desde él debe retornar cuanto antes hacia mí, no es mi naturaleza herir a otros. 

Sin embargo debo reconocer, en medio de la vergüenza, que en uno de tantos días sí pensé en hacerte daño con mis palabras y mis silencios. Para entonces lo pensaba sin remordimiento alguno, y fascinada por el ego, quería encontrarme satisfecha al imaginar que vos también podías llorar por mí, por la razón que fuera, pero en últimas por mí. Lo cuento para nunca más volver a caer en la tentación de querer hacerle daño a alguien ni creer que el dolor de otros me sirve para algo. 

Abro un paréntesis para decir que no estoy escribiendo esto a mano porque no quiero que me duela la mano, con el dolor en el alma es suficiente, y tampoco me quiero arriesgar a rasgar la hoja y olvidar que quise decir todo lo que estoy diciendo, además porque me fijé el propósito de entregarte esto la próxima vez que nos veamos, yo, personalmente, con mis manos. Ya veremos si en los días que tengo de gracia el aliento me alcanza para buscar papel y tinta, aunque no creo. 

Lo bueno de escribir es que es otra forma de pensar, se piensa lento, casi de manera rumiante, muy diferente a cuando se habla o se dibuja, se calla o se duerme, porque en sueños también uno piensa. Y uno empieza a recordar, a contarse historias a sí mismo y de paso a los demás. Para seguir tal rumbo dejaré de mirar los párrafos de atrás a partir de ahora.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario